viernes, 11 de enero de 2008

Ser un buen padre

Ser un buen padre


¿Creías que sólo dábamos consejos para extraer catsup de la bote­lla? También podemos asesorarte para ser un mejor padre de familia en tu vida.

¡Ah, los hijos! Cuando no los tienes, piensas en innumerables escenarios idílicos a su lado. Pescando en un bote de remos sobre las aguas tranquilas del lago. Pateando un balón y derrotando por goleada a tu antipático vecino y a su inútil progenitor. Consejos sabios sobre la vida en torno a una fogata. De pronto llega la vida real, y de golpe y porrazo te encuentras reprendiendo a "júnior" por sus malas calificaciones en matemáticas, pagando los cristales rotos de la señora de al lado después de un incidente con-un rifle de postas y explicándole una y otra vez por qué no puede ponerse el tatuaje con la cara de Marylin Manson.

No te culpes por tener esa imagen idealizada de la paternidad. Lo cier­to es que todos tenemos expectativas de esa índole en cuanto a tratar a nuestros hijos se refiere... aun sin haberlos procreado todavía. "La reali­dad puede distar mucho de la ¡dea inicial, pero la clave del asunto sigue siendo que tu hijo requiere de ti, en todo momento", confiesa Héctor, quien no es un psicólogo afamado ni un terapeuta familiar de renombre, sino un experto mucho más común. Héctor es uno de tantos lectores de Men s Health que, además de tener obligaciones específicas dentro del campo profesional, también las tiene para con sus hijos varones de 30, 24 y 1 9 años. Sin embargo, esta sección de la revista opta por las ex­periencias del hombre promedio en favor de la de los "expertos", así que te invitamos a escuchar lo que Héctor (y otros lectores) aconsejan en ma­teria de educación para tus hijos.


Como ser un buen padre para tus hijos


- PRIMERO QUE NADA, RECUERDA QUE NO ERES SU MEJOR AMIGO

¡Sacrilegio! ¿O acaso no hemos escuchado decir una y otra vez al juga­dor más valioso de nuestro deporte favorito, entre lágrimas y champaña mientras abraza el trofeo del campeonato, que le dedica su triunfo a "mi mejor amigo: mi padre"? Si éste fuera el caso, tu hijo ganaría millones de dólares por temporada y adornaría con su cara una famosa marca de ce­reales. "La verdad es que mi hijo nunca me consideró su mejor amigo, y lo puedo entender", dice Héctor. "Sus amigos comparten con él experi­encias que yo no puedo, por ocupaciones, por edad o simplemente por que soy su padre. Yo no paso las tardes con él escuchando discos de U2, discutiendo las cualidades y potencia de un modelo de altavoces para au­to o concursando para ver quién puede escupir más lejos. Para eso están sus amigos de siempre, aquellos con quienes está destinado a vivir cosas que no haría conmigo. Yo soy su guía, y aspiro en un momento dado a convertirme en su mejor amigo, pero esa distinción suele llegar cuando los hijos ya tienen hijos propios, y tienen oportunidad de agradecernos (aunque no lo hagan directamente) todo lo bueno que aprendieron de nuestra labor como orientadores".


- UN REGAÑO A TIEMPO VALE MÁS QUE MIL A DESTIEMPO. La imagen del padre concertador, que deja ir a su hijo de frente hacia el error a fin de dejarle crear su propio criterio respecto a lo que es bueno y lo que es malo, no impresiona tampoco a Héctor. "La primera vez que mi hijo mayor llegó ebrio a la casa fue un evento inevitable, pero no lo dejé irse limpio con un 'yo hice lo mismo a tu edad'. Le llamé la atención con toda la severidad posible, le indiqué lo erróneo de su proceder y le asigné un castigo justo, pero demandante. Sé que beber hasta perder el control es malo, y no necesito de una ex­periencia trágica para entonces ponerle un alto a mi hijo. Lo mis­mo se aplica en otros casos. No podemos evitar que hagan algo in­debido, pero sí convencerlos de que no desearán hacerlo de nue­vo". Pablo, un lector un poco más radical, nos dice que su padre le decía: "Las bofetadas que no te dé yo en casa, te las darán otros en la calle". La diferencia es que las de la calle suelen ser más drás­ticas y con un trasfondo de menos benevolencia.


- PONTE DE SU LADO

No importa qué tan reprendible se te haga su comportamiento, es importante darle a tu hijo el beneficio de la duda cuando las cosas están mal. "La razón por la cual mis hijos si­guen buscando mi apoyo y mi consejo es que yo he confiado en ellos hasta las últimas consecuencias", afirma Manuel, padre de un hijo de 21 años. "Si él me dice que no infringió la ley, que otros mienten respecto a lo que hizo y que me está diciendo la verdad no debo cuestionar su palabra, pues hacerlo me convierte automática­mente en su antagonista, y no en la persona en quien va a deposi­tar su confianza. Pero si miente...", aquí, Manuel realiza una pausa bastante larga de coraje contenido, "corre el riesgo de descubrir quién soy yo por las malas". Quizá parezca una postura un tanto in­genua, pero al analizarla a fondo resulta una enseñanza sabia y pro­funda en cuanto a valores tan grandes como la lealtad, la con­fianza, la honestidad y el compromiso. O sea, cualidades que vale la pena inculcar en la herencia que dejas al mundo.

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