lunes, 5 de mayo de 2008

Celos de los niños por sus hermanos

La repercusión emocional e inevitable que produce en el hijo mayor, no debe asustar a los padres. Los celos son parte de la vida y aquí le damos algunas pautas para enfrentar este especial momento familiar.

De un día para el otro, el primogénito siente que la mirada de papá y mamá ya no se dirige exclusivamente a él y que esta situación se diferencia mucho de lo que él imaginó cuando ellos le contaron que su hermanito, ese ser que él iba a querer tanto, estaba por llegar. La familia y los amigos vienen a conocer, muy curiosos, al nuevo habitante de la casa, le traen regalos, dicen que es hermo­so, que se parece a mamá, a papá o un poco a los dos. ¿Y él? ¿Cuál es el lugar que ocupa ahora el hermano mayor?


Celos de los niños por la llegada de sus hermanos menores


La regresión, una reacción normal

Una de las respuestas más frecuentes del niño ante el impacto emocional que le provoca la llegada de un hermanito, son las regresiones. Esta reacción es algo así como desandar un camino ya recorrido. Es volver atrás, un retorno a una etapa o momento del desarrollo que el niño ya había superado. Esto se nota, por ejemplo, cuando el pequeño aprendió a pedir a la mamá que lo lleve al baño y ahora es posible que se olvide y vuelva a mojar la cama o a ensuciar sus ropas. También puede ocurrir que de pronto desaprenda a hablar y comience a expresarse en un nivel del lenguaje anterior al que ya había alcanzado, o que se vuelva más dependiente y reclame a los padres su atención en todo momento. En un principio, aunque molestas, estas llamativas manifestaciones emocionales del hermano mayor, estos particulares modos de llamar la atención, deben considerarse como reacciones normales y su aparición y permanencia transitoria no debe inquietar ni alarmar a los padres. Claro que si duran muchos meses ya es conveniente consultar con el pediatra o psicólogo, para ver si además de la llegada de un hermanito le está ocurriendo algo más al chico.


Otra posibilidad: la agresividad

Esta puede ser otra manifestación del fuerte conflicto de amor y odio desencadenado en el niño mayor por la llegada del bebé. Así, el niño tendrá conductas típicas: abrazará tanto al bebé que quizá termine haciéndole daño, intentará jugar o ver lo que hay dentro de sus juguetes y romperlos, o bien tropezará rodando por el suelo a cada rato, provocándose a sí mismo el daño que inconscientemente desearía ocasionar al intruso.

Estos claros y desagradables sentimientos de hostilidad que todo el mundo conoce por el clásico nombre de celos, no deben ser motivo de preocupación. Ahora bien, si los padres detectan exagerados impulsos destructivos (el niño puede dirigirlos hacia el bebé, el resto de las personas y objetos de su entorno o hacia sí mismo), deben acudir al especialista. Esta consulta también será ineludible si los padres observan que el niño se enferma reiteradamente. Muchas veces las enfermedades suelen tener su origen en un conflicto psíquico, de modo que los síntomas corporales no son otra cosa que la forma que dichos conflictos encontraron para poder expresarse. La agresividad eligió el propio cuerpo como destino.


Razones por las que el niño reacciona:

En sus fantasías, el hermanito lo despojó de todo lo que tenía. Esta serie de manifestaciones desagradables es el modo de expresión de su lucha por afirmarse, por conservar su lugar privilegiado en el corazón de los padres, un lugar que siente ahora en peligro.


Por otra parte, esta revolución de afectos refleja el gran esfuerzo psíquico que el mayorcito debe realizar para integrar en toda su complejidad la nueva situación, para aceptar a su hermano en su entorno.

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